Una manera más de disfrutar de Montí

Hay casi tantas maneras de subir a Montí como ondenses. Más allá de esta exageración, a la montaña más emblemática de Onda se puede ascender por varios itinerarios, a diferentes ritmos y en distintas franjas del día… y de la noche.
Conozco a gente que prefiere irse cuando despunta el alba, otras a primera hora de la mañana para almorzar en el pico, otras después de comer… También hay personas a las que les ha caído la noche por alguna de sus sendas, y otras que han salido con una linterna en la cabeza cuando ya ha oscurecido.
Se puede ascender por Santa Bárbara, por Marimón, por Tales… La ruta se puede alargar más o menos según la disponibilidad de tiempo y fuerzas de cada uno. Tampoco faltan los que suben el Montí corriendo, por costumbre o por la participación en algunas de las carreras que discurren por allí; o los que suben allí después de un día de fiesta, para aligerar la resaca o como penitencia, según la conciencia de cada uno.
En mi caso he subido tras pedírmelo mi mujer, quien se encarga de llevar las redes sociales del hotel y del restaurante Toledo y quería subir un “post” para empezar el año. Y como le suelo hacer caso y cada vez que voy al Toledo disfruto con la comida de Javi y las sugerencias de Pedro, acepto. “¿Quieres el texto en primera persona (más subjetivo) o en tercera (más objetivo?”, le pregunto. Y ella, experta en sacar lo mejor de las empresas y de uno mismo, me ha comentado: “haz lo que te inspire”, que suena muy diferente al “haz lo que quieras”.

He optado por subir después de comer, con la idea de terminar la ruta en una hora y media. He cogido el coche y lo he aparcado en el camino en el que se coge el desvío a Santa Bárbara, cuyos primeros metros se asfaltó hace ya unos cuantos meses con ciertas críticas de caminantes, senderistas, excursionistas, según la percepción que tenga cada uno de sí mismo al salir a la montaña.
Tras dejar atrás el desvío y la polémica, subo hacia Santa Bárbara, cámara en ristre, como un caminante estresado. La pendiente de la pista te deja claro que aunque Onda está en Plana Baixa, se convierte en una de las puertas de la Serra d’Espada. Poco antes de llegar a la ermita recién incluida en la Lista Roja de Patrimonio por riesgo de desaparición, abandono la pista y tomo un trago de agua y la senda de la izquierda para subir a Montí Menor.

Por este sombrío paraje se disfruta de varias vistas. En primer lugar, la de la naturaleza, con una senda que discurre entre pinos, encinas y romero y otros tipos de árboles y arbustos que mi escaso conocimiento en botánica me impide apreciar. En segundo lugar, la de Onda, que conozco un poco más, con el castillo presidiendo una estampa que se alarga por el Este hacia la Plana, con el mar Mediterráneo en el horizonte.

Durante el trayecto, bien señalizado por las marcas blancas y verdes de Pequeño Recorrido, encontramos la Font del Retor, habitualmente sin agua y con un panel cerámico víctima de un incomprensible vandalismo. Si avanzamos por las sendas de rodeno rojo, casi al final del Montí Menor, también podemos descansar en un banco de “pedra en sec”.

Llega el momento de acordarse de personas como Juan Miguel Sánchez, los Pepes y algunos de sus colaboradores, que tanto han hecho por acondicionar el entorno de Montí.


La cima de Montí Menor está cerca, y allí, otra señalización nos marca nuestro objetivo, que queda a la derecha. Desde este punto, tras descender unos pocos metros, se coge impulso para llegar a la cima de Montí, ubicada a unos 612 metros de altitud, en el término municipal de Tales (Onda se queda en los 608, según se puntualiza en Wikipedia).

Desde allí se podría descender hacia el pueblo vecino, o en mi caso, de nuevo hacia Onda. Opto por volver a Onda (no por chovinismo, sino porque es allí donde me he dejado el coche), pero en vez de marcharme por donde he venido, busco el repetidor de Montí, una ruta más directa al municipio, y por lo tanto, más empinada.


A esta hora de la tarde, la sombra de Montí se proyecta sobre la periferia de Onda. Las vistas también son espectaculares, pero tampoco conviene levantar demasiado la vista del suelo, al menos cuando vas en movimiento. Es un descenso bastante técnico, y pienso que si me cayera y me rompiera los dientes solo podría degustar caldos y sopas, y aunque no dudo de la calidad de las de Javi, preferiría poder comer otros platos, como el espectacular canelón de carrillera, aunque si lo pienso el último que probé se deshacía… Me arriesgo. Y sale bien.

En pocos minutos ya estoy en la pista que había dejado hace alrededor, pero un poco más arriba. De nuevo, Onda aparece al fondo, y un poco antes, Santa Bárbara. Unos metros más, y hasta la próxima.